2019
Se lleva a cabo la primera edición del Seminario de Cuento en el Centro Penitenciario de Chetumal. Lo cursan un total de 15 hombres y mujeres. El Seminario contó con el apoyo del FONCA a través de su programa de Fomento y Coinversiones. Como resultado del proyecto se publica el libro Flores en la herida: relatos de personas encarceladas, una antología con los textos que lxs participantes escribieron durante el curso.
2020
Presentación del libro en el Centro Penitenciario de Chetumal; en la Universidad de Quintana Roo, en Chetumal; en el restaurante Pasión Turca, en Bacalar; y en Casa Gabriel, Ciudad de México.
2021
Se realizan las gestiones para financiar la segunda edición del Seminario de Cuento. El equipo crece, se integran nuevxs colaboradorxs y coinversionistas, se replantean los alcances del proyecto. Decidimos realizar dos ediciones del Seminario en el mismo año. Con el fin de promover la lectura de los libros generados en el Seminario, se suman el taller de lecturas dramatizadas y la traducción al francés por parte de la Alianza Francesa de Xalapa. Este año preparamos la solicitud para concursar por financiamiento del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales, a través de su programa de Fomento y Coinversiones, el cual ganamos por segunda vez.
2022
Entre enero y mayo se lleva a cabo el Seminario de Cuento en el Centro de Prevención y Readaptación Social Santiaguito, en Almoloya de Juárez. Lo cursan 11 hombres y 11 mujeres.
Entre junio y septiembre, el Seminario de Cuento tiene lugar en el Centro Penitenciario de Chetumal.
Literatura generada en clase
Los textos que aquí presentamos son una muestra del trabajo realizado en clase. Son ejercicios iniciales para empezar a familiarizarse con el acto de narrar por escrito. Ejercicios que buscan relacionar la memoria, los afectos y la percepción personal de la cotidianidad.
Todos los textos son publicados con autorización de lxs autorxs.
Acontecimiento significativo
Consigna:
Relata un acontecimiento reciente en tu vida que consideres significativo.
Ejercicio de listas al estilo Ray Bradbury
Consigna:
A partir de la lectura del ensayo «Date prisa, no te muevas», de Ray Bradbury, haz una lista rápida de sustantivos que ronden tu memoria. Deja que las palabras o las imágenes vengan a tu mente, no lo pienses demasiado. Elige una palabra de tu lista y escribe algo sobre ella.
Relato de un día
Consigna:
Relata qué hiciste en un día reciente.
Title
Una sorpresa muy especial
Llegó el domingo. ¡Por fin! Día de visita. Tocaba que viniera mi mamá, poder verla, platicar con ella, enterarme de cosas nuevas. Me trajo una sorpresa muy especial que no esperaba: un llavero tejido en forma de pulpo. Lo hizo mi tía, quien se encuentra en otro penal. Es lo que actualmente hace: tejer muñequitos que son llaveros.
Me emocioné. Este pequeño y significativo detalle me confirma que, aunque estemos separadas de polo a polo, aunque no la vea y no pueda hablar con ella, siempre, de un modo u otro, estamos en contacto y tenemos una conexión especial. Más tarde le marqué a mi mamá para saber cómo había llegado, me contestó mi cuñada y coincidió, felizmente, que mi tía estaba en el otro teléfono. Brevemente nos comunicamos. Este día fue, sorprendentemente, uno muy feliz.
Maayav Enero 2022
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Una nueva despedida
El viernes por la tarde informaron que por medidas de seguridad y salud pasábamos a semáforo amarillo, por lo cual habría restricciones para la visita. La orden fue que sólo ingresaría un familiar por interna y no se consumirían alimentos. Este sería el último fin de semana con dos familiares y compartiendo los alimentos.
La mayoría de nosotras tiene la fortuna o la no – fortuna de tener visita, ya sea cada ocho días, cada quince o cada mes; incluso hay quienes tenemos visita sólo esporádicamente.
Hoy es domingo, me toca salir a trabajar a los baños de la visita. Tal vez será un día largo y nostálgico. Sin embargo, a pesar de la situación, hay que ser positivos y dar la bienvenida con una gran sonrisa.
A las diez de la mañana empieza a entrar la familia. Las compañeras, gustosas, salen a recibir abrazos, sonrisas y besos. Un rato más tarde llega don Fer al baño. Me saluda cordialmente, se lava las manos y me hace una sugerencia (la cual agradezco): no acercarme tanto a la visita porque el virus afuera está muy fuerte. Textualmente, me dijo: no saludes de mano, no des ni besos ni abrazos, acércate lo menos posible a nosotros, cuídate y cuida a las compañeras. Don Fer se retira y llega doña Chuy haciendo corajes porque se le había tirado la comida. También se acerca Anita, quien tiene una sorpresa preparada para su mami, pues su hermana le ha dicho que tiene que disfrutarla porque no podrá verla durante un buen tiempo, por el virus.
La mañana transcurre lenta y fue muy fría, como si el clima supiera lo que sucedería. A las 12:40 la temperatura baja y la custodia gritona anuncia el término de la visita. Llega el momento de la despedida.
Los niños lloran porque desean seguir jugando con sus mamás. Ellas también lloran, ignoran cuánto tiempo pasará para volver a estrecharlos entre sus brazos. Hay abrazos fuertes con las mamás y los papás que pertenecen a la tercera edad. Ellos, al igual que los niños, no podrán entrar hasta nuevo aviso.
Abrazos, sollozos, llantos ahogados: la tristeza y la nostalgia inundan el lugar. Una nueva despedida, un tiempo indefinido que rogamos pase pronto. Oraremos por el bienestar de nuestras familias y de nosotras mismas.
Yass Mancilla Enero 2022
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Dormir bien
Tengo tres semanas durmiendo bien, y esto lo digo porque estando en cautiverio es muy difícil tener las condiciones necesarias para dormir. No siempre puedes tener un entorno adecuado para hacerlo; los ronquidos de los compañeros que en medio de la noche son como sonidos de ultratumba o la sonora flatulencia de algún cuerpo al borde de la descomposición y, en ocasiones, la maldita secuencia de los dados al caer en la poliana, acompañados por música a un volumen de escándalo; la batalla contra hábitos diferentes a los propios es constante. Con ello no quiero decir que hay buenos o malos, simplemente son diferentes.
Lo importante de dormir bien es que influye en tu estado de ánimo y casi siempre lo reflejas en tu imagen, tu trabajo y todo tu entorno. Te sugiero que busques siempre la manera de dormir bien.
Mario Navarro Enero 2022
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10 de junio de 2021
Para mí esta fecha es muy señalada. Fue el día que mi madre dejó de contestarme el teléfono y decirme “Hija, toda va a estar bien, ya falta menos, ya estarás con nosotros”.
Como costumbre de todos los días, le marqué a mi mamá para saber cómo estaban y sobre todo para que ella se quedara tranquila al saber que estoy bien. Si no le marcaba se angustiaba mucho. Ese día no me contestó. No me sorprendió, ya que solía entretenerse lavando afuera y dejaba su celular adentro de la casa. Más tarde bajé para volver a marcarle. Me contestó mi hermana. Se me hizo raro, ya que mi hermana Miriam vive en Toluca y mi madre en Villa del Carbón. Me dijo: “Gaby, mi mamá se puso malita, ya está en el hospital, se encuentra delicada pero estable. Le dio un infarto pero ya está mejor”. Me dejó un poco tranquila pero la verdad tenía angustia. Al día siguiente marqué muy temprano para preguntar cómo había pasado la noche mi madre. Nuevamente me contestó mi hermana Miriam y me dijo: “Gracias a Dios pasó la noche bien, ya está mejor”. Colgué y seguí con el día rutinario de este lugar. Más tarde fui a la clase de Artes. Al salir, volví a marcar. Tuve la peor noticia de mi vida. Mi hermana Miriam me dijo lo que no pensé escuchar estando en reclusión. Mi madre había muerto. Es la peor noticia que como ser humano puedes recibir, y más estando privada de la libertad.
Gaby Medina Enero 2022
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Secreto del penal
En el penal de Santiaguito se encuentra el dormitorio varonil “X”, lo separa únicamente una barda del dormitorio femenil. Era un día lunes por la madrugada, para ser más precisos, faltaban unos cuantos minutos para que el reloj marcara las dos de la mañana. El día anterior, domingo, gran parte de los internos de este enorme penal habían tenido visita familiar. El día de visita en domingo es de bastante actividad, los visitantes llegan con sus pesadas bolsas de comida, los custodios hacen recorridos de un lugar a otro para mantener el orden, las esclusas se saturan de internos queriendo pasar lo más rápidamente posible a la zona de convivencia familiar, hay carritos empujados llenos de artesanías para su venta, etcétera. Al terminar la visita, otra vez lo mismo: internos corren a sus dormitorios con sus preciadas bolsas llenas de comida para la semana, custodios revisan que en las bolsas no vayan cosas prohibidas y los que no tienen visita, llamados aquí “niños de la calle”, así como “los fumones” (los que se drogan) se apostan en los pasillos con bote en mano, gritándoles a los visitados: “Mi perro, mi perro, hazme valer con un peso, mi perro”. Más tarde, recorriendo los pasillos, también se puede ver a los internos que se dedican a las cobranzas, amenazando y en ocasiones golpeando a los que no quieren pagar. El ambiente se torna pesado. Total que al final del día, y comenzando la noche, la mayoría agotados duermen como piedras. Las noches después de visita suelen ser de lo más tranquilas y silenciosas, excepto cuando en los pasillos, afuera de las celdas, se escuchan los pasos de algún guardia que realiza su recorrido rutinario de vigilancia y a través de su radio va reportando las novedades. El sonido del radio es fuerte en esas condiciones de silencio.
Bueno, pero decíamos que faltaban unos cuantos minutos para las dos de la mañana. De pronto, en medio de la noche, se oyó fuerte y claro el desgarrador y espeluznante lamento de “¡Ay, mis hijos!... ¡Ay, mis hijos!”. Los gritos o lamentos habían surgido de entre el dormitorio varonil “X” y el dormitorio femenil. Varios internos se despertaron sorprendidos, no comprendían lo que estaba ocurriendo, algunos encendieron las luces de su celda y empezaron a comentar con cierto temor en relación a los lamentos de La Llorona. Poco después comenzó una gran movilización de custodios y custodias de ambos dormitorios, por radio reportaban haber oído los gritos de una mujer, con lámparas en mano recorrían los pasillos y rincones tratando de localizar a la autora de tan desgarradores lamentos, pero nada, absolutamente nada, no encontraron a nadie. Mientras tanto, los internos adentro de sus celdas apagaban las luces por temor a ser sometidos a revisiones desagradables. Permanecieron en silencio, escucharon el ir y venir de los custodios durante un buen rato sin ningún resultado. Tiempo después regresó la calma. Todos a dormir nuevamente.
Al comenzar las actividades del día, en el comedor y los campos de futbol se veían grupitos de internos comentando acerca del extraño suceso de la noche anterior, unos se preguntaban si alguna de las internas del dormitorio femenil había enloquecido o si en verdad eran los lamentos de la auténtica Llorona, entre otros comentarios supersticiosos. Nadie atinaba a explicarlo. Por otra parte, los custodios no dijeron nada ni realizaron mayores indagaciones, seguramente para no exponerse a ser tachados de ineficaces o fantasiosos.
Pocos, realmente muy pocos, sabían que ese domingo “alguien”, gustoso porque su familia lo había visitado, rentó por la tarde una bocina y se la pasó escuchando sus melodías favoritas. Se dio cuenta de que en el repertorio musical había una muy buena grabación de los lamentos de “La Llorona”. Como broma, y para espantar a sus compañeros de celda, se le ocurrió poner la grabación en la madrugada. “Alguien” nunca se imaginó el despapaye que entre los custodios y custodias del penal causaría su inocente broma. De haber sido descubierto, seguramente habría perdido el aparato de música, y su humanidad completa habría pasado largos y penosos días en las celdas de castigo.
Lince Enero 2022
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No Tiene Título
Cuando estaba en la primaria, en la clase de Ciencias Naturales teníamos que disecar algunos bichos y mariposas. Nos llevaron de excursión a un bosque y ahí encontré una mariposa azul con un filo negro en el contorno de sus alas. Sentí feo tener que ponerle un alfiler para que se quedara como muestra en un pedazo de unicel junto con otras mariposas.
A los otros bichos que recolectamos los emborrachamos en un frasco con alcohol y después de unos días los pinchamos en otro unicel. El de las mariposas definitivamente era el más bonito porque ninguna se repetía en color, en tamaño y mucho menos en forma. La más grande, la azul con negro, estaba en el centro. Sobresalía por su majestuosidad. Las otras eran como sus cómplices por los colores con los que se involucraban con ella.
Hoy, con mucha tristeza veo que esa libertad termina aquí, sin vida, en silencio inherente, que este es el gran bosque, con muchas mariposas de diferentes tamaños, colores y formas, aquí clavadas con un alfiler en el gran unicel que es la cárcel, como las mariposas de la clase de Ciencias Naturales.
Azucena Enero 2022
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El laberinto de adentro
Un muchacho caminaba por un oscuro laberinto, huyendo de sus perseguidores. No podía distinguir más allá de cierta distancia, por lo que tropezaba constantemente con aquello que se encontraba en el suelo. Se ayudaba en su andar apoyándose en las paredes frías, lisas, altas. Estaba dentro de un laberinto muy, pero muy viejo. El muchacho no conocía a sus perseguidores. Con el corazón aún latiéndole desbocadamente, respiraba queriendo recuperar el ritmo. No recordaba cómo había llegado hasta allí, y desde luego desconocía cómo salir. Se abría paso por entre tejados, pasillos, jardines. Aquel lugar era un pueblo, un lugar en algún lugar no iluminado por el sol, sino más bien envuelto por una bruma, no una bruma, una luz crepuscular, una media luz mortecina, cansina, de mucho tiempo en el tiempo. Un pueblo en claroscuro era aquel laberinto. Un lugar deshabitado, invadido por la ruina, la desdicha y la podredumbre. Olvido y descuido. Sobre aquello es que caminaba aquel muchacho. Lo reseco del terreno era ceniza en sus pies, pies descalzos. Esa sensación de algo molesto en la planta del pie... era lo que marcaba su andar. Buscó en cada casa, pasillo, avenida y a nadie pudo hallar. Se tiró de espaldas en el suelo, con el rostro vuelto a lo que alguna vez fue cielo y cerró los ojos, esperando que el descanso lo hiciera olvidar todo cuanto había soñado.
Ik Balam Já, 1987 Enero 2022
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La fiesta
Un vals suena entre adornos y ensayos. Es un buen día, cálido, con un poco de viento que, lejos de incomodar, le da cierta frescura a los preparativos.
La tierna Saraí disfruta cada parte del ensayo previo a su festejo. Su pequeño chambelán, Eitan, luce un tanto distraído. Puedo adivinar sus pensamientos: cree que es más importante jugar con los globos y no perder de vista a su mamá que el hecho de aprender pasos de baile para una música cuya letra no entiende.
Creo que el cuadro es casi cómico. Por un lado, vemos el amor de una madre y una abuela, deseosas de celebrar un cumpleaños. Por otro, la realidad en la que estamos: detrás del gran cartel que anuncia los tres años de Saraí con temática de La Cenicienta, hay rejas, torres y una gran barda gris que delimita dos mundos: la tan añorada libertad y este, el país de los olvidados. Aquí, el olor a jabón y Suavitel de toda la ropa que está tendida frente al dormitorio, junto al gran salón de fiestas, no perdura. Poco a poco el ensayo termina y la palapa queda casi vacía. Los adornos, que tendrían que darle más vida a este ambiente, quedan solos, y el espacio luce fantasmal.
Lunita Enero 2022
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Manos
Mientras espero sentada en el salón a solas, escucho algunas pláticas de chicas que pasan caminando; tratan de calentarse un poco, hace frío y mucho viento. Me paro en la ventana y observo a varias señoras entretenidas en los lavaderos, unas con trastes y otras con ropa. Una de ellas roba mi atención. La he visto muchas veces antes. Me sorprende cómo pasa todo el día en el lavadero, entrega un bote con trastes y regresa con otro, y así el día entero. No le importa si hace frío, calor, viento o incluso si está lloviendo. Ha conseguido que una interna le traiga un impermeable. Trabaja de 7:00 am a 6:00 pm. La necesidad económica hace que cada mañana salga a trabajar para poder cobrar unos pesos el domingo. No tiene visita ni apoyo económico, así que de esta manera subsidia sus gastos personales aquí. Lo realmente sorprendente son sus manos... Están hinchadas, rojas y súper maltratadas por el uso del jabón y el cloro, pero a ella no parece preocuparle.. A ratos la escucho platicar con las demás chicas de los otros lavaderos, tienen prendida una bocina, se ríen, cantan y de pronto noto su mirada ausente, nostálgica...
Elizabeth Chew
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No fue un día cualquiera, fue un día sin medicina
7:10 – Comienza el día, me siento, doblo cobijas, acomodo almohadas, etcétera. Bajo a lavarme los dientes, la cara, pienso ligeramente que quisiera estar durmiendo, pero después de esta hora es imposible. Me pongo ropa cómoda, dos chamarras y tenis, bajo a seguir con mi rutina de ejercicio. Antes voy al comedor por el té, hoy es de limón, y demasiada azúcar como siempre. En el suelo, mi té le hace compañía al pasto, hoy no quise lavar temprano, camino, estiro, caliento para comenzar a correr, una, dos, tres, casi cuatro vueltas cuando Sonia avienta un cobertor al suelo y empieza a discutir...“Estrés”... Mi hermana Bere se acerca y me da las tres de su cigarrillo, diciendo “Ya no pelees”. Al final no hice ejercicio, platicamos sin relevancia sólo para reír, se acerca más bandita y comenzamos a debatir sobre el mal servicio de este carísimo hotel.
8:30 – Ahí viene Estrella con una bolsa, supongo que ropa sucia. Me dice “¿Vamos a lavar hoy?”. Asiento con la cabeza y subo por mi ropa y jabón.
8:45 – Llegó el turno. Tenemos que subir, es parte del reglamento, listo, requisito cumplido, es la hora en la que nos vuelve a caer agua, tallar, enjabonar, enjuagar, somos rápidas, tender ropa y listo.
10:00 – Terminamos y vamos a tomar un delicioso baño de vitamina E, pasa rápido el tiempo cuando hablas con alguien que sabe y es divertido.
11:30 – Subo a bañarme. ¿Cuánto tiempo tardaré? ¿Cuarenta minutos? Quizás. Termino y siguen veinte minutos pensando qué me pondré. Beige con beige, beige con azul, azul con azul, azul con beige, la misma basura penitenciaria. Me lavo los dientes, no cepillo mi cabello, no me gusta. Todo en orden, bajo a tender mi bata de baño, estoy ansiosa, no hay marihuana y es lo único que me tranquiliza, es mi medicina. Leo para entretenerme.
1:30 – No tengo hambre, pero quizás Estrella sí, vamos al comedor. El agua, 100% colorante. Me satisface que los frijoles estén cocidos, no salados, ya que serán mi fuente de nutrientes. No confío en su lechuga mal desinfectada, y la única croqueta de papa que nos dan me dejará con hambre. Listo. Beber agua, meter la ropa seca, etcétera.
2:45 – Llega área médica, sigo leyendo mientras mi amiga ve a su doctor. Hace frío afuera del edificio pero es cien veces más tranquilo, sigo esperando, nos llaman a trabajar al taller de foamy.
3:00 – Continúo leyendo. Claro, en el patio.
5:00 – Hora de la cena, de nuevo té con exceso de azúcar y molletes. Caminamos otra vez al patio y mi hermana Lizzi me dice: “¿Quieres ir a alcoholes?”. Torpemente respondo: “¿Tú quieres ir?”. Las dos vamos, la verdad me aburre y me desespera, estoy ansiosa y un poco estresada, terminamos sesión.
6:00 – Vamos en busca de calor solar, platicamos como siempre hasta que el frío comienza a provocar grietas en mi rostro.
6:45 – Comienza el pase de lista, respondo cuando dicen mi apellido, me pongo pijama, y hecho: doce horas con candado, hasta el día siguiente a las siete de la mañana.
Baffy Enero 2022
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Un día cualquiera en Santiaguito
Abro los ojos, despierto malhumorada. Doy gracias a Dios por un día más de vida, por las bendiciones que voy a recibir hoy. Volteo a ver las camas de mis compañeras de celda y me alegro porque amanecieron bien. Tenía planeado levantarme tarde pero ¡oh sorpresa! la música que escucha una compañera en el segundo piso está demasiado alta. Me dispongo a empezar el día. Salgo al pasillo a calentar el agua para el baño. Algunas compañeras me saludan, cada quien en su rollo, entre las ventas de pambazos, sopes, tacos y licuados. Me siento a esperar el agua y contemplo el panorama, eso me hace transportarme en el tiempo. Siento nostalgia, recuerdo cuando iba a desayunar con mi hijo (en paz descanse) y con mi exmarido, gozando de esa libertad que hoy no tengo, pues el olor a garnacha, el humo del aceite quemado y la música me sacan de mis pensamientos. Me baño, me arreglo y como me toca trabajar en la biblioteca, desayuno y dejo todo preparado para hacer la comida.
Ya me siento mejor. Entre plática y plática, con el préstamo de libros y con los problemas que algunas se quedan a compartir, se me va olvidando la causa de mi mal humor. A veces, las risas y la música —que nunca falta en Santiaguito— me contagian y me hacen sonreír. Me doy cuenta de que todo fluye si yo cambio mi actitud y busco lo mejor para mí.
Recuerdo que tengo que hablar por teléfono con mi hermano Joel, pues ya es 20 de enero y no le he podido desear feliz año. Le marco y me dice:
—¿Tienes tiempo y tarjeta para escucharme? Te quiero platicar algo maravilloso que nos sucedió a mis papás y a mí.
Le digo que sí. Tengo tiempo. Comienzo a sentir que un calorcito rico recorre todo mi cuerpo. El estómago se me hace nudo. La garganta se me seca. Escucho a mi hermano:
—Fíjate que papá me llamó para que lo llevara al peluquero. Al salir nos encontramos a tu nieto. Nos dio alegría, tenía tiempo que no lo veíamos, más con la pandemia. Lo invitamos a casa y platicamos con él. Mamá estaba feliz y papá lo recordó. Eso me hizo sentirme feliz.
Le digo a mi hermano:
—Me da gusto lo que me cuentas, qué bueno que se frecuenten con mi nieto, yo no lo conozco y no lo puedo disfrutar. Me alegra que gocen estos momentos, gracias por compartírmelo.
Me despido porque tengo que regresar a la biblioteca a terminar mis labores del día. Camino y sonrío, me doy cuenta de que el mal humor salió de mí, desapareció, se esfumó. Sólo siento paz y tranquilidad.
Al llegar la noche agradezco todo lo que viví hoy, y así transcurre un día cualquiera en Santiaguito.
Silvia López Herrera Enero 2022
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Mi otro yo
Una mañana fría me levanto a la hora del candadazo. Estoy enojado aunque no hay motivo. Empiezo a hacer mi talacha. Al sacar los botes de agua, al ocuparme, va desapareciendo ese malestar. Me pregunto: ¿Qué pasa contigo? ¿Tienes algo, Miguelito? Contesto: Es mi otro yo que se enoja porque le gustaría dormir más, si es posible el resto del día. La verdad es que siempre escucho una vocecita que me dice lo que tengo que hacer. Desafortunadamente, en prisión se viven situaciones que a veces son difíciles de solucionar, pero el mejor amigo que puedes tener es tu “yo interior”. No hay nadie que te conozca tan bien.
Miguelito: Ya no te enojes.
Yo interior: No me enojo, es que quiero descansar.
Miguelito: Pero es que tú me pegas lo enojado.
Yo interior: Son puras mentiras tuyas.
Miguelito: ¿Mentiras? ¿Qué no te das cuenta de que me contaminas con tu actitud negativa y de pereza?
Yo interior: No es lo que piensas. Simplemente quiero relajar el cuerpo que compartimos y así poder reposar más.
Miguelito: ¿Más? Me duermo a las 10:00 pm y me levanto a las 7:00 am. Qué más quiero.
Yo interior: Bueno, eso sin contar el resto del día que puedes ocupar para seguir durmiendo.
Miguelito: ¿Qué no sabes que no tengo camarote? Me quedo en la carretera (piso).
Yo interior: Ah bueno, no lo sabía, pero qué bien que me lo dices. De todas maneras yo sigo insistiendo que debes descansar más.
Miguelito: No tiene caso. Por el momento no puedo descansar como dices y tengo que aceptarlo. Además no es tan tedioso, me levanto temprano, hago la talacha, lleno mis botes de agua, lavo mi ropa y aprovecho el tiempo al máximo.
Yo interior: Está bien, Miguelito. Ya no voy a insistir y trataré de no enojarme para no transmitírtelo. De verdad que lo haré.
Miguelito: Te lo agradeceré mucho, amigo. No podía esperar menos de ti, no por nada somos el uno para el otro.